1924 - Neurosis y Psicosis

NEUROSIS Y PSICOSIS  - 1924

En El Yo y el Ello Freud expuso una articulación del aparato anímico, describía los múltiples vasallajes del Yo, su posición intermedia entre mundo exterior y Ello y su empeño en acatar simultáneamente la voluntad de todos sus amos. Analizando el origen de las psicosis, se le ocurrió una fórmula para diferenciar neurosis y psicosis: la neurosis resulta de un conflicto entre el Yo y su Ello, la psicosis entre el Yo y el mundo exterior. Piensa que ésta hipótesis vale en lo general y muchas intelecciones y descubrimientos parecían corroborarla.
Las neurosis de trasferencia se generan porque el Yo no quiere acoger ni dar trámite motor a una moción pulsional del Ello o le impugna el objeto que tiene por meta. El Yo se defiende de ella mediante la represión; lo reprimido vuelve a ese destino por caminos sobre los que el Yo no tiene poder, se procura una subrogación sustitutiva que se impone al Yo por la vía de compromiso del síntoma, el Yo ve que este intruso menoscaba su unicidad, sigue la lucha contra el síntoma como se defendía de la moción pulsional originaria, esto da por resultado la neurosis. El Yo, al emprender la represión, obedece a los dictados del Superyó, que se origina en influjos del mundo exterior. El Yo se puso del lado del Superyó, cuyos reclamos son más fuertes que las exigencias pulsionales del Ello y el Yo es el poder que ejecuta la represión de aquel sector del Ello, mediante la contrainvestidura de la resistencia, entrado en conflicto con el Ello, al servicio del Superyó y de la realidad.
Normalmente el mundo exterior gobierna al Ello por dos vías: por las percepciones actuales de las que siempre es posible obtener nuevas y por el tesoro mnémico de percepciones previas que son un componente del Yo (mundo interior). En la psicosis está perturbado el nexo entre el Yo y el mundo exterior. En la confusión alucinatoria aguda,  el mundo exterior no es percibido, no sólo no admite nuevas percepciones; también se resta investidura al mundo interior que hasta entonces relevaba al mundo exterior como su copia; el Yo crea un nuevo mundo exterior e interior que se edifica en el sentido de mociones del Ello. El motivo de tal ruptura con el mundo exterior fue una grave frustración (denegación) de un deseo por parte de la realidad.
Psicosis como la esquizofrenia, tienden a desembocar en la apatía afectiva, pérdida de participación en el mundo exterior. Sobre la génesis del delirio, el análisis muestra que es como un parche colocado donde originalmente se produjo un desgarro en el vínculo del Yo con el mundo exterior. Si esta condición (conflicto con el mundo exterior) no es mucho más patente, es porque en el cuadro clínico de la psicosis los fenómenos patógenos suelen estar ocultos por los de un intento de curación o reconstrucción que se les superponen.
La etiología común para el estallido de una neurosis o una psicosis será la frustración de esos indómitos deseos de la infancia que tan profundas raíces tienen en nuestra organización filogenéticamente comandada. Esa frustración siempre es una frustración externa; en el caso individual puede partir de esa instancia interna (dentro del Superyó) que asumió la subrogación del reclamo de la realidad. Pero, el efecto patógeno depende de lo que haga el Yo ante tal conflicto: si permanece fiel a su vasallaje al mundo exterior y busca sujetar al Ello o si es avasallado por el Ello y se deja arrancar de la realidad. Esto se complica por la existencia del Superyó, quien, reúne influjos del Ello y del mundo exterior y porque el Yo intenta responder a sus múltiples vasallajes.
En toda enfermedad psíquica debería considerarse al Superyó. Se puede postular la existencia de afecciones donde hay un conflicto entre el Yo y el Superyó, una sería la melancolía. Freud la llama neurosis narcisista, la separa de otras psicosis y completa la fórmula: La neurosis de trasferencia corresponde al conflicto entre el Yo y el Ello, la neurosis narcisista al conflicto entre el Yo y el Superyó, la psicosis entre el Yo y el mundo exterior.
Todas son generadas por conflictos del Yo con las distintas instancias que lo gobiernan, entorpecimiento de la función del Yo que intenta conciliar esas exigencias. Falta ver en qué circunstancias el Yo no enferma ante tal conflicto. Seguro depende de las magnitudes relativas de las aspiraciones en lucha. O bien el Yo evita la ruptura con las instancias deformándose a sí mismo, tolerando daños de su unidad y eventualmente disociándose. Las locuras humanas aparecerían así bajo una luz semejante a la de las perversiones sexuales; aceptándolas, se ahorran represiones. Otra cuestión sería dilucidar si el mecanismo por el cual el Yo se desase del mundo exterior es análogo a la represión. Su contenido sería una quita de la carga enviada por el Yo. 

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