DISPOSICIÓN A LA NEUROSIS OBSESIVA
- 1913
Freud se plantea aquí el tema de la elección
de la neurosis, porqué alguien contrae cierta neurosis y no otra. Sabía que
entre las causas para las neurosis están las que el sujeto trae consigo a la
vida (constitucionales) y las que la vida le trae (accidentales) y solo su
conjugación produce la causación patológica. Las causas decisivas en la
elección de neurosis serían del primer tipo independientes de las vivencias de
efecto patógeno.
Origen de esas predisposiciones: Las funciones
psíquicas que entran en juego –diversas funciones yoicas pero sobre todo la
función sexual- tienen que recorrer un complejo desarrollo hasta alcanzar el
estado típico de la persona normal. Pero tal desarrollo no siempre se consuma totalmente.
Toda vez que un fragmento de ella se quede en el estadio anterior se produce un
lugar de fijación, al cual la función puede regresar si se contrajera una
enfermedad por una perturbación exterior. Las predisposiciones son, pues,
inhibiciones del desarrollo.
El orden en que suelen citarse las
psiconeurosis
-histeria, neurosis obsesiva, paranoia, demencia precoz- corresponde en general a la secuencia con que tales
afecciones irrumpen en la vida. Las formas histéricas se observan en la 1º
infancia; la neurosis obsesiva muestra sus primeros síntomas en la 2º infancia
(6 a 8 años); las otras dos (parafrenias) sólo aparecen luego de la pubertad y
la madurez. Estas de tardía aparición son las primeras asequibles a la búsqueda
de las predisposiciones que llevan a la elección de neurosis. Sus caracteres:
manía de grandeza, extrañamiento del mundo de los objetos y dificultad de la
trasferencia indican que la fijación que predispone a ellas debe buscarse en un
estadio del desarrollo libidinal previo al establecimiento de la elección de
objeto (autoerotismo y narcisismo), se remontan a inhibiciones y fijaciones muy
tempranas
Según esto la predisposición a la histeria
y la neurosis obsesiva (Ns de trasferencia) se situarían en fases posteriores
del desarrollo libidinal. Pero ¿dónde hallar aquí la inhibición del desarrollo
y cuál sería la diferencia de fase que fundara la predisposición a una u otra? Intentó
abordarlo desde la observación de casos.
Caso clínico: Tras una vivencia
traumática una paciente empezó como una histeria de angustia y conservó este
carácter por años. Pero un día mudó en una neurosis obsesiva grave. Al ocurrir el
cambio en el curso del análisis, vio que la neurosis obsesiva no era reacción posterior
frente al mismo trauma inicial provocador de la histeria de angustia, sino
frente a una segunda vivencia que había desvalorizado por completo a la
primera. Era esta una excepción a la afirmación de que la elección de neurosis es
independiente del vivenciar.
Hasta contraer la enfermedad, la paciente
había sido una esposa feliz. Su deseo de tener hijos respondía a motivos de una
fijación de deseo infantil y enfermó al saber que no podría dárselos el único
hombre que amaba. La histeria de angustia con la cual reaccionó a esa
frustración correspondía al rechazo de fantasías de tentación por cuyo
intermedio se abría paso el no abandonado deseo de tener un hijo. Hacía de todo
para que su marido no intuyera que había enfermado por la frustración
determinada por él. Pero al parecer todos poseen en su inconciente un
instrumento capaz de interpretar las exteriorizaciones de lo inconciente en
otro; el marido comprendió qué significaba la angustia de su esposa, se
mortificó sin demostrarlo y a su vez reaccionó neuróticamente denegándose al
comercio conyugal. Enseguida de esto partió de viaje; la mujer lo creyó
aquejado de impotencia permanente y produjo los primeros síntomas obsesivos a
su regreso.
El contenido de su neurosis obsesiva era
una penosa compulsión a lavarse, a la limpieza y medidas protectoras enérgicas
frente a dañinas influencias que otros tendrían que temer de ella. Eran
formaciones reactivas contra mociones anal-eróticas y sádicas. Así se veía obligada
a exteriorizarse su necesidad sexual después que su vida genital experimentara la
desvalorización total por la impotencia del hombre que era para ella el único.
Freud pensó entonces que el esquema de
desarrollo de la función libidinal precisaba una nueva interpolación. Primero
sólo había distinguido la fase del autoerotismo, en la cual las pulsiones
parciales buscan por sí su satisfacción en el cuerpo propio, luego se da la síntesis de las pulsiones
parciales en la elección de objeto bajo el primado de los genitales y al
servicio de la reproducción. El análisis de las parafrenias ya había llevado a
intercalar en medio un estadio de narcisismo en que la elección de objeto ya se
consumó pero el objeto coincide aún con el yo propio. Ahora vio la necesidad de
plantear un posterior estadio previo a la plasmación final en que las pulsiones
parciales ya se han reunido en la elección de objeto; el objeto ya se
contrapone al yo propio como un objeto
ajeno, pero aún no se instituyó el primado de las zonas genitales. Las
pulsiones parciales que gobiernan esta organización pregenital de la vida
sexual son las anal-eróticas y las sádicas.
Orden sexual pregenitala. Muchos habían notado y Ernest Jones (1913) enfatizó el extraordinario papel que odio y erotismo anal desempeñan en la sintomatología de la neurosis obsesiva, toda vez que sean estas pulsiones parciales las que asuman en la neurosis la subrogación de las pulsiones genitales, cuyas predecesoras fueron en el desarrollo. Aquí encaja el caso citado. La vida sexual de la paciente comenzó en la 1º infancia con fantasías sádicas de paliza. Tras su sofocación se instaló un largo período de latencia donde la muchacha pasó por un desarrollo moral elevado sin despertar al sentir sexual femenino. Al casarse empezó una etapa de quehacer sexual normal por unos años hasta que la 1º primera frustración le trajo la neurosis histérica. Con la 2º frustración, su vida sexual recayó en el estadio infantil sádico. Este caso de neurosis obsesiva difiere de los más frecuentes, que empiezan antes y presentan una trayectoria crónica que agrava, en ellos la organización sexual que contiene la predisposición a la neurosis obsesiva nunca se supera del todo una vez establecida; en cambio, en este caso es relevada primero por el estadio más alto, y luego desde este, es activada de nuevo por regresión.
b. La oposición masculino-femenino,
introducida por la función de reproducción, no está presente aún en el
estadio de la elección pregenital de objeto. Está la oposición entre aspiraciones
de meta activa y meta pasiva, que luego se suelda con la oposición de los
sexos. La actividad es sufragada por la pulsión de apoderamiento, llamada sadismo,
cuando está al servicio de la función sexual. La vía pasiva es alimentada por
el erotismo anal, cuya zona erógena corresponde a la antigua cloaca
indiferenciada. Un alto nivel de erotismo anal en el estadio pregenital deja en
el varón, al llegar al primado genital, gran predisposición a la homosexualidad
c. En el campo del desarrollo del
carácter están las mismas fuerzas pulsionales descubiertas en las neurosis,
pero hay una separación teórica: en la formación del carácter falta lo peculiar
del mecanismo de las neurosis: el fracaso de la represión y el retorno de lo
reprimido. En la formación del carácter, la represión no entra en acción o bien
alcanza con tersura su meta de sustituir lo reprimido por formaciones reactivas
y sublimaciones. Por eso los procesos de formación del carácter son más inaccesibles
al análisis que los procesos neuróticos.
En el campo del desarrollo del carácter hay
analogías con el caso citado, ratificación de la organización pregenital
sádico-anal-erótica. Muchas mujeres después de resignar su vida genital alteran
su carácter: se vuelven peleadoras, martirizadoras y avaras, típicos rasgos
sádicos y anal-eróticos que no poseían. Tal cambio muestra la regresión de la
vida sexual al estadio pregenital en el cual se halló la predisposición a la
neurosis obsesiva. El cambio no sólo sería precursor de la fase genital sino
también su sucesor al final de la vida genital.
Tanto en esa alteración del carácter como
en la neurosis obsesiva se trata de la obra de la regresión; pero en el primero
hay una regresión plena tras una represión levemente consumada; en la neurosis
hay empeño por no permitir la regresión, formaciones reactivas contra esta y
formaciones de síntoma por vía de compromisos entre ambas partes, escisión de
la actividad psíquica en conciente e inconciente.
d. Esta postulación de una organización
sexual pregenital es incompleta en dos sentidos: 1) no considera la
conducta de otras pulsiones parciales, solo resalta el primado de sadismo y
erotismo anal. De la pulsión de saber se cree que sustituye al sadismo en el
mecanismo de la neurosis obsesiva, es como un brote sublimado de la pulsión de
apoderamiento; y su rechazo en forma de duda conquista un gran papel en el
cuadro de la neurosis obsesiva. 2) La predisposición histórico-genética a una
neurosis sólo se completa considerando la fase del desarrollo yoico en que
sobreviene la fijación. Freud suponía que un apresuramiento en el desarrollo
yoico respecto del libidinal predispondría a la neurosis obsesiva, obligaría a una
elección de objeto desde las pulsiones yoicas sin que la pulsión sexual se haya
plasmado, dejando como secuela una fijación en el estadio pregenital. Si se
considera que el neurótico obsesivo desarrolla una hipermoral para defender su
objeto de amor de la hostilidad que acecha tras él, se puede suponer una anticipación
del desarrollo yoico en la naturaleza humana fundando la génesis de la moral en
un desarrollo donde el odio es precursor del amor
e. Con relación a la histeria resta,
el vínculo íntimo con la última fase del desarrollo libidinal, que se
singulariza por el primado de los genitales y la introducción de la función
reproductora. En la neurosis histérica, es esta adquisición la que sucumbe a la
represión a la cual no se conecta una regresión al estadio pregenital. Aquí son
mayores aún las lagunas respecto del desarrollo yoico en la definición de la
predisposición. En cambio, es fácil mostrar que también a la histeria
corresponde una regresión distinta a un nivel más temprano. La sexualidad de la
niña está bajo el imperio de un órgano rector masculino (el clítoris). Una
última oleada de desarrollo en la pubertad remueve esa sexualidad masculina y
eleva a la vagina, a la condición de zona erógena dominante. Pero es común que
en la neurosis histérica de las mujeres sobrevenga una reactivación de esta
sexualidad masculina reprimida, y contra ella se dirige luego la lucha
defensiva de las pulsiones acordes con el yo.
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