Freud - 1910 - Sobre un tipo particular de elección de objeto en el hombre

Sobre un tipo particular de elección de objeto en el hombre - 1910 - Freud
Freud recogió impresiones sobre la vida amorosa del neurótico y comprobó similar conducta en personas sanas. Aquí detalla un tipo de elección masculina de objeto; con ciertas condiciones de amor y conductas

Condiciones de amor
1. Condición del tercero perjudicado: Es específica; tan pronto se halla, se puede pesquisar la presencia de los otros caracteres que integran el tipo. La persona nunca elige como objeto amoroso a una mujer libre, sino siempre a una sobre quien otro hombre pueda pretender derechos de propiedad, marido, prometido o amigo. Condición tan implacable que una misma mujer pudo ser ignorada, desairada cuando no pertenecía a nadie, convirtiéndose de pronto en objeto de amor al entrar en alguna relación con otro hombre.
2. Condición del amor por mujeres fáciles: Este tipo se completa en conjunción con la primera, que en cambio, parece presentarse también por sí sola. La mujer casta no ejerce atractivo tal que la eleve a objeto de amor, sino sólo aquella cuya conducta sexual tenga mala fama y de cuya fidelidad se dude. Puede variar de la duda sobre un flirt hasta la pública poligamia pero no renunciará a algo de este tipo.
La 1º condición permite satisfacer mociones hostiles hacia el hombre a quien se arrebata la amada, la 2º se relaciona con los celos, necesarios para este tipo de amante. Sólo cuando siente celos, logra la pasión, toma pleno valor la mujer y no dejará pasar ocasión que permita vivenciar esto. Los celos jamás se dirigen al poseedor legítimo de la mujer sino a extraños recién llegados con quienes pueda alentar sospechas de ella. En casos graves, no muestra deseo de poseer para sí solo a la mujer, esta cómodo en la relación triangular.
Conductas del amante hacia dicho objeto
3. En la vida amorosa normal, el valor de la mujer lo da su integridad sexual. Es una desviación tratar como objeto amoroso de gran valor a la mujer liviana. Cultivan vínculos de amor con ellas con máximo gasto psíquico hasta cegar todo otro interés; son las únicas personas a quienes pueden amar y siempre exaltan la autoexigencia de fidelidad, por más que en la realidad a menudo la infrinjan. En estos rasgos de su vínculo amoroso se ve claramente el carácter obsesivo que se da en cierto grado en el enamoramiento. Pero de la fidelidad e intensidad de tal ligazón no debe deducirse que un único enredo así llenará su vida amorosa, lo repiten varias veces, los objetos de amor pueden sustituirse unos a otros formando una larga serie.
4. Tendencia a rescatar a la amada. El hombre está convencido de que ella lo necesita, que sin él se hundiría en un nivel lamentable. La rescata, no abandonándola. En algunos casos el propósito de rescate puede invocar, la dudosa escrupulosidad sexual de la amada o su posición social amenazada.
Freud vio que tal elección de objeto y conducta tienen igual origen psíquico que en la vida amorosa normal; brotan de la fijación infantil de la ternura a la madre y es uno de los desenlaces de esa fijación. En la vida amorosa normal sólo unos rasgos dejan traslucir el modelo materno de la elección de objeto. La libido se retiró de la madre con cierta rapidez pero en este tipo estuvo tanto tiempo junto a ella (hasta la pubertad), que los objetos de amor elegidos llevan el sello de los caracteres maternos y devienen subrogados de ella.
Los rasgos característicos de este tipo, condiciones de amor y conducta, surgen de la constelación materna. La relación es más fácil respecto de la 1º condición, que la mujer no sea libre, o del tercero perjudicado. En el niño que crece dentro de la familia, que la madre pertenezca al padre pasa a ser una pieza inseparable del ser de aquella y el tercero perjudicado es el propio padre. Igual se inserta en la trama infantil el rasgo sobrestimador que convierte a la amada en insustituible; todos tiene solo una madre y el vínculo  descansa sobre el fundamento de un suceso a salvo de dudas e irrepetible. Además, si en este tipo todos los objetos de amor están destinados a ser subrogados de la madre, se entiende la formación de series, que parece contradecir la condición de la fidelidad. Lo insustituible eficaz en lo inconciente suele anunciarse mediante el relevo sucesivo en una serie interminable, en cada subrogado se echa de menos la satisfacción ansiada.
La 2º condición de amor, liviandad del objeto elegido, parece no derivar del complejo materno. Ante el pensar conciente del adulto la madre aparece con una personalidad de moral intachable. Pero la oposición entre la madre y la mujer fácil muestra, que en lo inconciente a menudo coincide en una misma cosa lo que en la conciencia esta escindido en opuestos. La indagación reconduce a cuando el niño supo por primera vez sobre las relaciones sexuales entre sus padres, más o menos en la pubertad. Ese esclarecimiento destruye la autoridad de los adultos, que resulta inconciliable con el descubrimiento de su quehacer sexual. A menudo las desautoriza pensando que es posible que otros hagan algo así entre ellos, pero no sus padres.
Como corolario, conoce a la vez el quehacer de las prostitutas. Alimenta por ellas entre añoranza y horror, sabe que también a él pueden introducirlo en la vida sexual, hasta allí lo creía privilegio de los mayores. Cuando ya no puede sostener la duda sobre lo sexual en sus padres, piensa que su madre no es tan distinta a la prostituta, ambas hacen lo mismo. Así despierta huellas mnémicas de sus deseos de la primera infancia y reactiva ciertas mociones anímicas. Anhela a su madre en el sentido recién adquirido y odia otra vez al padre cual competidor; cae bajo el imperio del Edipo. Considera una infidelidad que haya regalado al padre el comercio sexual y no a él. Si esas mociones no pasan rápido son desfogadas en fantasías cuyo contenido es el quehacer sexual de la madre y descarga la tensión en la masturbación. Como secuela de la constante conjugación de esos motivos pulsionales (deseo y venganza), las fantasías de infidelidad de la madre son las predilectas; el amante lleva casi siempre rasgos del yo propio, pero idealizado y con la edad del padre rival.
Visto así ya no es contradictorio que la condición de liviandad derive directamente del complejo materno. El tipo de vida amorosa masculina descrito lleva en sí las huellas del desarrollo y puede comprenderse como fijación a las fantasías de pubertad del muchacho, que más tarde hallan una salida a la realidad de la vida. Quizás el onanismo asiduamente practicado en la pubertad contribuya a fijar esas fantasías.
El buscar rescatar a la amada sólo parece tener conexión superficial con aquellas fantasías que gobernaron la vida amorosa real. La amada se pone en peligro por su disposición a la indecencia por eso el amante trata de preservarla de ese peligro cuidando de su virtud y contrariando sus malas inclinaciones. Pero el estudio de recuerdos encubridores, fantasías y sueños muestra que es una racionalización excelentemente lograda de un motivo inconciente, como una buena elaboración secundaria de un sueño. En realidad, el motivo del rescate tiene significado propio y es un retoño autónomo del complejo materno o, mejor, parental.
Al saber el niño que debe la vida a sus padres, se aúnan mociones tiernas y de manía de grandeza en pugna por la autonomía, forjan el deseo de compensar el don por algo de igual valor para saldar la deuda. Forma la fantasía de rescatar al padre de un peligro mortal, para quedar a mano. En la aplicación de esta fantasía de rescate al padre prevalece el sentido desafiante, ya que casi siempre dirige a la madre su intencionalidad tierna. La madre ha regalado la vida a su hijo y no es fácil sustituir por algo de igual valor este regalo. Con un leve cambio de significado  “rescatar a la madre” cobra el sentido de “hacerle un hijo”, un hijo como él. La distancia respecto del sentido originario del rescate no es grande, ni caprichoso el cambio de significado. La madre le ha regalado la propia vida, él le regala a cambio otra vida, un hijo con máxima semejanza a él. El hijo se muestra agradecido deseando tener un hijo de la madre: en la fantasía de rescate se identifica con el padre. Este solo deseo de ser su propio padre satisface una serie de pulsiones: tiernas (agradecimiento), concupiscentes, desafiantes, de autonomía. Y en el cambio de significado no se pierde el factor del peligro; el acto del nacimiento es el peligro del que uno fue rescatado por el esfuerzo de la madre. El nacimiento es el primero de todos los peligros mortales y el arquetipo de todos los posteriores ante los cuales sentimos angustia; y es probable que el vivenciar el nacimiento haya dejado como secuela lo que llamamos angustia.
El sentido del sueño varía según quien sueña. En las leyes de la expresión del pensamiento inconciente, rescatar cambia de significado si fantasea una mujer o un hombre. Significaría hacer un hijo = procurarle el nacimiento, para el hombre o parir un hijo, para la mujer. Si en sueños un hombre rescata del agua a una mujer, significa que la convierte en madre, tiene igual sentido que convertirla en su propia madre. Si una mujer rescata del agua a otro (a un niño), se confiesa su madre, como en la leyenda de Moisés. A veces la fantasía de rescate dirigida al padre cobra sentido tierno y expresa el deseo de tener por hijo al padre. 

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