1917 - Transmutación de las pulsiones

TRANSMUTACIÓN DE LAS PULSIONES - 1917

Freud sostenía que la coincidencia de tres rasgos de carácter -orden, avaricia, tenacidad- en un sujeto era indicio de una acentuación de los componentes erótico-anales que al avanzar la evolución sexual se agotaba y constituía esas reacciones predominantes del yo. Había probado en general que los tres rasgos reciben de esas fuentes grandes aportaciones. Los casos donde coincidían los tres dan un sello especial, carácter anal.
Después dedujo que en la evolución de la libido previa a la fase del primado genital había una organización pregenital, donde sadismo y erotismo anal desempeñan papeles directivos. Se preguntó qué destino corrían las pulsiones eróticas anales ya despojados de su significación sexual, al constituir la organización genital: 1)continuaban existiendo sin modificación pero reprimidos 2) sucumbían a la sublimación 3) se asimilaban tornándose rasgos de carácter 4) eran acogidos en la nueva estructura de la sexualidad del primado genital o 5) si no había un único destino, cómo y en qué medida participa cada posibilidad en el destino del erotismo anal cuyas fuentes orgánicas no fueron sepultadas al constituir la organización genital.
Freud piensa que los conceptos, excremento, dinero, regalo, niño y pene son fácilmente confundidos en lo inconsciente, tratados como equivalentes o intercambiables. La relación entre niño y pene es la más fácil de observar, ambos conceptos pueden sustituirse en el lenguaje simbólico del sueño y la vida cotidiana por un símbolo común. El niño es, como el pene, “el pequeño”. El lenguaje simbólico se sobrepone muchas veces a la diferencia de sexos. El “pequeño”, originariamente referido a pene, puede luego designar el genital femenino.
Investigando la neurosis de la mujer, se tropieza con 1) el deseo reprimido de poseer un pene y se le incluye en el complejo de castración. Un fracaso accidental de su vida, consecuencia muchas veces de esta misma disposición masculina, reactiva este deseo infantil y lo convierte mediante un flujo retrógrado de la libido, en sustento de síntomas neuróticos. 2) Otras no muestran huellas de este deseo del pene, aparece si el de tener un hijo, deseo cuyo incumplimiento puede desencadenar la neurosis. Es como si hubieran comprendido que la naturaleza da a la mujer los hijos como compensación de lo negado. 3) Otras abrigaron ambos deseos. Primero, el deseo de poseer un pene y en una época ulterior, todavía infantil, sustituido por el de tener un hijo. Esto dependen de factores accidentales de la vida infantil -falta o existencia de hermanos, nacimiento de un hermano en cierta época, etc.-, de modo que el deseo de poseer un pene sería idéntico al de tener un hijo.
El deseo infantil de poseer un pene cuando la sujeto permanece exenta de toda perturbación neurótica en su vida ulterior se transforma en el de encontrar marido, aceptando al hombre como elemento accesorio inseparable del pene. Esta transformación inclina a favor de la función sexual femenina un impulso antes hostil a ella, haciéndose así posible a estas mujeres una vida erótica adaptada a las normas del tipo masculino del amor a un objeto, la cual puede coexistir con la de tipo femenino propiamente, derivada del narcisismo. Pero en otros casos es el deseo de un hijo el que trae consigo la transición desde el amor a sí mismo narcisista al amor a un objeto. Así, pues, también en este punto puede quedar el niño representado por el pene.
En muchas mujeres los sueños subsiguientes a un primer contacto sexual develan el deseo de conservar en su cuerpo el pene, correspondiendo aparte de su base libidinosa a una fugaz regresión desde el hombre al pene como objeto deseado. Sin duda tenderá a reconducir de modo racional el deseo orientado al hombre al deseo de tener un hijo, pues en algún momento entenderá que sin el hombre no puede tener el hijo. Pero parece suceder que el deseo cuyo objeto es el hombre nace independientemente del de tener un hijo y que cuando emerge se asocia a él como refuerzo libidinoso inconsciente el antiguo deseo del pene.
La importancia del proceso descrito reside en que transmuta en femineidad una parte de la masculinidad narcisista de la joven mujer, haciéndola inofensiva para la función sexual femenina. Por otro camino, una parte del erotismo de la fase pregenital se utiliza en la fase del primado genital. El niño es considerado aún como algo expulsado del cuerpo por el intestino. Cierta cantidad de libido ligada primero al contenido intestinal puede por extensión aplicarse al recién nacido. El lenguaje corriente testimonia esta identidad en la expresión “regalar un niño”. El excremento es, en efecto, el primer regalo infantil. Constituye una parte del propio cuerpo, de la cual el niño sólo se separa a pedido de la persona amada o espontáneamente para demostrarle su cariño.  En la defecación se plantea al niño una primera decisión entre la disposición narcisista y el amor a un objeto. Expulsará dócilmente los excrementos como “sacrificio” al amor o los retendrá para la satisfacción autoerótica y más tarde para la afirmación de su voluntad personal. Al adoptar la segunda opción se constituirá la obstinación, que tiene su origen en la persistencia narcisista en el erotismo anal.
Es probable que el siguiente significado hacia el que avanza el excremento no sea el de oro-dinero, sino el de regalo. El niño no conoce más dinero que el que le es regalado; no conoce dinero propio, ganado ni heredado. Como la caca es su primer regalo, transfiere su interés desde la caca al dinero. Así, el interés por los excrementos persiste en parte, transformado en interés por el dinero y es derivado en su otra parte, al deseo de un niño. Pero en este último coinciden un impulso erótico anal y un impulso genital (envidia del pene). Pero el pene tiene también una significación erótico-anal independiente del deseo de un niño. La relación entre el pene y la cavidad mucosa por él ocupada y estimulada preexiste ya en la fase pregenital sádico-anal. La barra fecal,  es el primer pene, y la mucosa por él excitada, del intestino ciego, representa la mucosa vaginal. Hay sujetos cuyo erotismo anal ha persistido invariado hasta años inmediatos a la pubertad (10-12)
Por ellos se sabe que ya durante esta fase pregenital habían desarrollado en fantasías y juegos perversos una organización análoga a la genital, donde pene y vagina son representados por la barra fecal y el intestino. En otros individuos -neuróticos obsesivos- puede comprobarse el resultado de una degradación regresiva de la organización genital, consistente en transferir a lo anal toda fantasía primitivamente genital, sustituyendo el pene por la barra fecal y la vagina por el intestino. Cuando la evolución sigue su curso normal y desaparece el interés por la caca, la analogía orgánica actúa, transfiriendo al pene tal interés. Al llegar luego el sujeto, en su investigación sexual infantil, a la teoría de que los niños son paridos por el intestino, queda constituido el niño en heredero principal del erotismo anal, pero su predecesor fue siempre el pene, en todos los sentidos.
Freud intenta una representación gráfica para examinar en distinto orden de sucesión, lo antedicho
Del erotismo anal surge para fines narcisistas el desafío como reacción del yo contra las exigencias del medio. El interés dedicado al excremento se transforma en interés hacia el regalo y luego hacia el dinero. Con el descubrimiento del pene nace en las niñas la envidia del mismo, la cual se transforma luego en deseo del hombre como poseedor de un pene. Pero antes el deseo de poseer un pene se transformó en deseo de tener un niño o surgió este deseo en lugar de aquél. La posesión de un símbolo común, “el pequeño”, señala una analogía orgánica entre pene y niño (línea de trazos). Del deseo de un niño parte luego un camino racional (línea doble), que conduce al deseo del hombre. Ya se sondeó el significado de tal transmutación de la pulsión
En el hombre se hace mucho más perceptible otro fragmento del proceso, que surge cuando la investigación sexual le lleva a comprobar la falta del pene en la mujer. El pene queda así reconocido como algo separable del cuerpo y relacionado, por analogía, con el excremento, primer trozo del cuerpo al que tuvimos que renunciar. El antiguo desafío anal entra así en la constitución del complejo de la castración. La analogía orgánica, a consecuencia de la cual el contenido intestinal se constituyó en precursor del pene durante la fase pregenital, no puede entrar en cuenta como motivo. Pero la investigación sexual del niño le procura una sustitución psíquica. Al parecer, el niño es reconocido por la investigación sexual como un 'mojón' y es revestido de un poderoso interés erótico-anal. Esta misma fuente aporta al deseo de un niño un segundo incremento cuando la experiencia social enseña que el niño puede ser interpretado como prueba de amor y como regalo. Los tres elementos -masa fecal, pene y niño- son cuerpos sólidos que excitan al entrar o salir por una cavidad mucosa (intestino y vagina). De este estado de cosas, la investigación infantil sólo puede llegar a conocer que el niño sigue el mismo camino que la masa fecal, pues la función del pene no es generalmente descubierta por la investigación infantil. Pero es interesante ver cómo una coincidencia orgánica llega a manifestarse también en lo psíquico, después de tantos rodeos, como una identidad inconsciente. 

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