LA REPRESION -1915
El destino de una pulsión puede ser la represión. Para que se
reprima una pulsión debe pasar que el logro de la meta pulsional depare
displacer y no placer. Dado que una satisfacción pulsional es siempre
placentera, si hay represión es porque tal satisfacción sería posible y
placentera, pero inconciliable con otras exigencias, causando placer en un
lugar y displacer en otro pero con mayor fuerza. La represión no es un
mecanismo de defensa siempre presente sino a partir de separarse actividad
conciente e inconciente y consiste en rechazar algo de la conciencia y tenerlo
alejado. Antes de esa etapa de organización los otros destinos de la pulsión,
mudar a lo contrario y vuelta a la persona propia, eran los modos de defensa
contra la pulsión.
La represión primordial, primera
fase de la represión, consiste en que a la agencia representante psíquica de la
pulsión se le deniega acceso al conciente, se produce una fijación y a partir
de allí la agencia representante persiste inmutable y la pulsión sigue ligada a
ella. La segunda fase, represión propiamente dicha, recae sobre retoños
psíquicos de la agencia representante reprimida o vías de pensamiento que,
procedentes de otra parte, se asocian
con ella. A causa de ese vínculo, tales representaciones sufren igual destino que lo reprimido primordial. No solo
está la repulsión que se ejerce desde lo conciente sobre lo que ha de reprimir,
sino también la atracción que lo reprimido primordial ejerce sobre aquello con
lo cual puede ponerse en conexión. Probablemente la tendencia a la represión no
lograría su propósito si esas fuerzas (atracción y repulsión (no cooperasen, si
no existiese algo reprimido desde antes, listo a recoger lo repelido por lo
conciente.
La represión no impide a la agencia representante
seguir existiendo en lo inconciente, organizarse, formar retoños y anudar
conexiones, sólo perturba el vínculo con lo conciente. La agencia representante
de la pulsión se desarrolla con mayor riqueza y menos interferencias cuando la
represión la sustrajo del influjo conciente. Prolifera, halla formas extremas
de expresión que al neurótico le parecen ajenas, lo atemorizan mostrándole que
poseerían una intensidad pulsional extraordinaria y peligrosa. Esta ilusoria
intensidad pulsional es el resultado de un ilimitado desarrollo en la fantasía
y del estancamiento consecutivo a la satisfacción denegada.
La represión no mantiene lejos del
conciente todos los retoños de lo reprimido primordial. Si la desfiguración
o distanciamiento es suficiente se les permite el acceso a lo conciente. La
resistencia que lo conciente opone es función del distanciamiento respecto de
lo originalmente reprimido. En la técnica psicoanalítica, se invita al paciente
a producir los retoños de lo reprimido que por su distanciamiento pueden salvar
la censura. El paciente devana ocurrencias de ese tipo hasta que tropieza con
un pensamiento cuyo vínculo con lo reprimido es tan intenso que debe repetir su
intento de represión. También los síntomas neuróticos cumplen la condición del
distanciamiento, son retoños de lo reprimido que mediante el síntoma logran
acceso a la conciencia. La desfiguración o el distanciamiento funcionan hasta
cierta intensidad en la investidura de lo inconciente, rebasada esta lo
inconciente irrumpe hacia la satisfacción. La represión trabaja de modo
individual; cada retoño de lo reprimido tiene su destino particular; un
poco más o menos de desfiguración cambia radicalmente el resultado. Por eso los
ideales del hombre, provienen de iguales percepciones que lo más aborrecido, en
el origen se distinguen por ínfimas modificaciones. En la génesis del fetiche,
la agencia representante se descompuso en dos fragmentos; uno sufrió la
represión, y el otro la idealización.
Lo mismo que se consigue con la
desfiguración puede alcanzarse en el otro extremo del aparato, variando las
condiciones de producción de placer-displacer. Existen técnicas para alterar el
juego de las fuerzas psíquicas para que lo mismo que produciría displacer pueda
por una vez resultar placentero; y tan pronto como una de estas técnicas entra
en acción, queda cancelada la represión. Esas técnicas sólo se estudiaron respecto
del chiste. Por regla general, la cancelación de la represión es sólo
provisional; enseguida se restablece.
La represión es móvil. Al reprimir algo
el resultado no es perdurable, exige un gasto de fuerza constante. Lo reprimido
ejerce presión continua hacia lo conciente, el equilibrio se mantiene por una
contrapresión. El mantener una represión supone un gasto continuo de fuerza y
en lo económico su cancelación implicaría un ahorro. La movilidad de la
represión se expresa en los caracteres psíquicos del dormir que posibilita la
formación del sueño. Al despertar, las investiduras de represión recogidas se
emiten de nuevo. Una pulsión puede estar poco investida o investida en grados
variables, habilitada para la actividad. En los retoños no reprimidos de lo
inconciente, la investidura decide el destino de la representación, no será
reprimida si tiene baja energía, aunque su contenido provoque conflicto con lo
conciente. Lo cuantitativo es decisivo para el conflicto. Un aumento de carga produce
acercamiento a lo inconciente, una disminución, distanciamiento. Las tendencias
represoras encuentran en el debilitamiento de lo desagradable un sustituto de
su represión.
Junto a la representación interviene algo
que representa a la pulsión y puede sufrir un destino distinto al de la
representación. Es la carga energética que se ha desasido de la representación
y se expresa como afecto. Cuando hay represión se deben rastrear por separado representación
y carga energética. El destino de la representación es desaparecer de la
conciencia si antes fue conciente, o no poder
acceder a ella si estaba en vías de ser conciente. El factor
cuantitativo puede tener tres destinos: Ser sofocado por completo y no dejar
vestigio observable, salir a la luz como un afecto coloreado o mudar en
angustia. La represión tenía como
propósito evitar el displacer, por ello, el destino del monto de afecto importa
más que el de la representación. Si una represión no impide que haya displacer,
ha fracasado, aunque logre su meta con la representación.
Mecanismo
del proceso represivo:
El único medio para dilucidar el mecanismo de la represión es deducirlo de los
resultados de la misma. En apariencia no es la represión la que crea
formaciones sustitutivas y síntomas, sino que estos, en cuanto indicios de un
retorno de lo reprimido, se originan en procesos distintos. Se dedujo que: 1) El
mecanismo de la represión no coincide con el mecanismo de la formación
sustitutiva; 2) existen diversos mecanismos de la formación sustitutiva 3) Que
los mecanismos de la represión poseen al menos un carácter común: la sustracción
de la carga de energía (o libido, cuando se trata de instintos sexuales).
Ejemplos según las tres psiconeurosis: histeria de
angustia o fobia, histeria de conversión y neurosis obsesiva.
Fobia: La pulsión sometida a represión es
una actitud libidinosa hacia el padre, apareada con la angustia frente a él.
Después de la represión, ésta desapareció de la conciencia y el padre no se
presenta como objeto de la libido. Como sustituto aparece un animal apto para
ser objeto de angustia. La formación sustitutiva de la representación se produjo
por desplazamiento. La parte cuantitativa no desapareció, se traspuso en
angustia. El resultado es una angustia frente al caballo en lugar de un
requerimiento de amor al padre. Una represión como la de la fobia a los animales
puede definirse como radicalmente fracasada. La obra de la represión solo
eliminó y sustituyó la representación, pero no eliminó el displacer. Por eso el
trabajo de la neurosis no cesa, continúa en un segundo tiempo para alcanzar su
meta más importante. Así llega a la formación de un intento de huida, la fobia
en sentido estricto: evitaciones destinadas a excluir el desprendimiento de
angustia.
Histeria de conversión Lo sobresaliente
en ella es que consigue hacer desaparecer por completo el monto de afecto. A
veces esa sofocación no se logra tan completa y una dosis de sensaciones
penosas se anuda a los síntomas o no puede evitarse algún desprendimiento de
angustia que pondrá en acción el mecanismo de formación de una fobia. La
representación se sustrajo radicalmente de la conciencia; como formación
sustitutiva -y como síntoma- se halla una inervación sensorial o motriz, como
excitación o como inhibición. El lugar hiperinervado es como una parte de la
agencia representante de pulsión reprimida que atrajo hacia sí la carga, por
condensación. La represión de la histeria de conversión puede juzgarse plenamente
fracasada en tanto sólo se hizo posible mediante extensas formaciones
sustitutivas; pero respecto a la finiquitación del monto de afecto que es la real
tarea de la represión, por lo general constituye un éxito completo. El proceso
represivo de la histeria de conversión se clausura entonces con la formación de
síntoma, y no necesita recomenzar en un segundo tiempo -o indefinidamente-,
como ocurre en el caso de la histeria de angustia.
Neurosis obsesiva: Esta, descansa en
la premisa de una regresión por la cual una aspiración sádica remplaza a una
tierna. El impulso hostil hacia una persona amada es el que cae bajo la
represión. El efecto es muy distinto en la primera fase de la represión que en la
fase posterior. Primero alcanza éxito pleno: la representación es rechazada y
se hace desaparecer el afecto. Como formación sustitutiva surge una alteración
del yo, escrúpulos de conciencia, no son en sí un síntoma. Divergen entonces
formación sustitutiva y síntoma. La represión produjo una sustracción de
libido, pero para ello se sirve de la formación reactiva por fortalecimiento de
un opuesto. La formación sustitutiva responde aquí al mismo mecanismo que la
represión y coincide con ella; pero en el tiempo y en el concepto se aparta del
síntoma. Es probable que la situación de ambivalencia en que se insertó el
impulso sádico a reprimir posibilite el proceso en su conjunto. Esa represión
inicialmente buena no resiste. La ambivalencia que posibilita la represión por
formación reactiva, es también el lugar desde donde lo reprimido logra
retornar. El afecto desaparecido retorna mutado en angustia social, angustia
moral o reproches; la representación rechazada se remplaza con un sustituto
adecuado por desplazamiento. En muchos casos hay una tendencia a la producción
intacta de la representación reprimida. El fracaso en la represión del factor
cuantitativo, activa igual mecanismo de huida que en la fobia. Pero el rechazo
que pesa sobre la representación en cuanto a su ingreso a lo conciente se
mantiene con tenacidad porque trae consigo la coartación de la acción. El
trabajo de la represión desemboca en una pugna estéril e interminable.
Versión para imprimir clic Aquí
No hay comentarios:
Publicar un comentario